Poiré y el pueblo de las estrellas


Me quedé dormido y tuve un sueño. Momentos antes, había comenzado a escribir sobre Alejandro Poiré, vocero del gobierno en el tema de la guerra contra la inseguridad. Lo había hecho con demasiada indignación, de esa que la semana pasada me traje de Acapulco. Nunca había visto en la Costera tanta pobreza –Guerrero es uno de los tres estados más pobres del país- ni presenciado balazos a mitad de la playa, en plena zona dorada repleta de turistas. A una de éstas últimas la hirieron en la pierna cuando se asoleaba en el área de albercas del hotel. Las noticias no reportaron nada. “Habla bien de Acapulco” se lee en espectaculares y mantas colgadas por todas partes.


Pobreza generadora de violencia que produce más pobreza. Si como informa el gobierno norteamericano, 450,000 mexicanos viven directamente de la siembra, cosecha, producción y venta de enervantes, quizá muchos de ellos vivan en Guerrero, productor del 60% de la droga del país e importante centro turístico. De ser así, la guerra debe estar afectando fuertemente la economía estatal.


Era necesario el combate a la delincuencia, lo es aún. Un combate real, basado en análisis de inteligencia, no mediático como el que vivimos. Un país de leyes en el que los secuestradores, extorsionadores y homicidas sean atrapados, enjuiciados y presos. Para ello necesitamos procuradurías confiables y competentes.


Pero aún más urgente es eliminar las condiciones e incentivos que arrojan a miles de personas a la ilegalidad. De no hacerlo, en breve podríamos contabilizar otros 50 mil muertos. Reconstruir el tejido social no significa acondicionar un parque o construir una cancha de fútbol rápido, sino brindar a las familias la ayuda necesaria para asumir sus responsabilidades y aportar horizontes de futuro a los jóvenes.


Más y mejores programas sociales y el pacto fiscal que lo haga posible es una tarea que el actual gobierno tampoco ha asumido con inteligencia. Hace unos días el Programa para el Desarrollo de la ONU (PNUD) calificó a muchos de los programas sociales en México de regresivos (ayudan a los más ricos).


Como si la violencia y el precio castigado del café y de otros productos sembrados por los guerrerenses no fueran suficientes males, el gobierno federal acaba de quitar a los acapulqueños su tianguis turístico y la derrama económica de 2,900 millones de pesos con que el evento paleaba los efectos de la crisis (1% de los turistas de cada año, correspondían a los invitados al tianguis). Se los llevaron a otra entidad, una menos pobre, quizá igual de violenta (¿Se lo habrían quitado así a los regiomontanos?).


En este escenario en que la guerra del gobierno afecta a tantos miles y ahonda la pobreza origen de la violencia, me molesta la manera frívola con la que Poiré la defiende en sus 10 mitos. La redacción del séptimo es enojosa porque manipula lo que la ciudadanía desea: seguridad, un alto a los secuestros y homicidios. Lejos de reducir el crimen la lucha armada agudiza los problemas que dice combatir. Peor aún: lo hace violando la ley y los derechos humanos.


En escribir tales indignaciones estaba cuando un amigo me invitó a la conferencia organizada por el “Movimiento por la paz con dignidad y justicia”, del poeta Sicilia. Brindada por el catedrático hindú de una universidad fundada por Gandhi, se platicó sobre los mecanismos de resistencia civil pacífica utilizados por éste último (el Movimiento busca replicarlos, de fallar las mesas de negociación instaladas la semana pasada con el gobierno federal).


Una lección gandhiana se me quedó muy grabada: aprende a distinguir el mal, de quien lo comete. Más o menos así pensaba Marx. Nuestros oponentes en esta guerra no son los narcotraficantes o el gobierno del garrote. Tampoco lo es Poiré en su defensa de una guerra que viola los derechos humanos. Lo es la ignorancia, la pobreza. Quizá el vocero no se de cuenta pero si ellos no distinguen entre el mal y quienes lo cometen, nosotros debemos hacerlo. El oponente no es Poiré. No es Poiré…


Me quedé dormido y tuve un sueño: una entrevista en un país lejano. Su gente compartía problemas similares a los nuestros. En la trascripción de sus voces he cambiado algunos nombres:


Reportero: Señor Presidente, el pueblo de las estrellas desea saber si usted se siente responsable por los cincuenta mil muertos que ha dejado la guerra.


Señor Presidente: No no. No estoy dispuesto a asumir la responsabilidad absoluta en términos kantianos, sino sólo de forma tangencial. Verá usted, en razón de la competencia por ganar las plazas abandonadas por los capos que hemos detenido, bandas rivales han optado por enseñar el armamento y dispararse entre sí, como si no existieran los tribunales ni la justicia. Al más puro estilo Salinas Pliego. Ello ha producido la mayoría de los decesos, vendetta tras vendetta, pelea devoradora entre caníbales dignos hijos de la Coatlicue. No, Joaquín, no. Nosotros no producimos las bajas sino de manera colateral. Además, casi todos los muertitos, cuando niños, pertenecieron a familias disfuncionales.


Reportero.- Señor Presidente, durante los diálogos de la Pirámide, la Sociedad Poética pidió a su vocero de seguridad, dejar de transmitir los 10 mitos, en razón de sus verdades a medias y mentiras totales. ¿Por qué no lo ha hecho?


Señor Presidente.- Yo dije no y como lo hiciera Díaz Ordaz*, asumo la entera responsabilidad de mis actos. A mí, esos videos me gustan mucho. Mi vocero es un gran propagandista. ¿Quién dice que no usamos la inteligencia? En lo personal, la parte más emocionante del video es cuando se demuestra lo inteligentes que nos vemos alrededor de una mesa discutiendo la seguridad de la nación. Hasta Fox se vería inteligente. Hemos instaurado sistemas inteligentes, de muchos individuos e individuas inteligentes al menos por su aspecto. Sabemos perfectamente cuánta violencia se disparará con cada aprehensión de un capo, tenemos hasta garrotes inteligentes, metrallas inteligentes que saben distinguir entre un narco y un civil con sólo hacer la radiografía instantánea de sus penes.


Reportero.- ¿Hay alguna diferencia esencial, genética?


Señor Presidente.- Los narcos, perversos como son, se excitan con las balas.


Reportero.- ¿No existe la posibilidad de que un ciudadano “de a pie”, se encuentre excitado por causas ajenas a la guerra, y la Policía de la República lo confunda con un criminal?


Señor Presidente.- Andar excitado en la vía pública está mal, moralmente hablando, y además configura infracción administrativa, pero contestando a tu pregunta, en época de calor la probabilidad es sólo del 40% …


Ya tendremos otras oportunidades de conocer lo qué piensan nuestros gobernantes sobre la guerra, la pobreza y la violencia, durante las mesas de negociación que se han instalado en días pasados con la sociedad civil organizada.


*Este nombre, al igual que los restantes de la entrevista, es ficticio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido Anton:
Me gustó mucho tu texto. Integras muy bien la grotesca realidad de la violencia que aqueja a nuestro país, con la indolencia del gobierno federal, y un muy buen toque literario. Me gustó compadre. Síguele!
El tal Miguel Ignacio.

Santiago Antonio dijo...

Ese tal Nachito! Muchas gracias bro, te mando un abrazote!